lunes, octubre 05, 2009

HISTORIAS DE HOSPITAL.




Decía Isabel Allende en "Paula", que en los pasillos de los hospitales se pierden los pasos. Razón no le faltaba. Se me quedó esa frase grabada. La espera es larga, y en muchas ocasiones se hace tiempo, arriba y abajo, por esos largos corredores.

Estos días he estado en el hospital con mi padre, nada grave por fortuna, y he sacado rendimiento a mi estancia por esas lindes.

Sólo tuvimos compañero de habitación una noche, una y no más, como dice el refrán. Era un anciano que entró medio desorientado, así que nos paseaba por su vida sin darse cuenta de que el presente era otro bien distinto. Pedía encarecidamente que subiéramos las escaleras hasta la habitación 215, pero no se refería al hospital, sino a la residencia donde vive habitualmente. Su mayor preocupación era tener cerca la caja de medicinas y así le desaparecían los problemas durante un rato. Daba instrucciones a todo hijo de vecino, como buen guardia civil jubilado, y pese a su fuerte carácter no olvidaba añadir el "por favor" o el "gracias" al final de cada frase, aunque pidiera las cosas cabreado. Luego añadía: "yo soy serio, pero soy buena persona".
Nos dejó clarito a todas que él no ponía los cuernos a su señora, porque el mensaje era para las mozas principalmente, no fuera a ser que tuvieramos malas ideas.
Tuvo varios intentos de fuga, así que estábamos amenizados con él, con sus parches antidolor, sus pastillas de la tensión y demás medicinas que conocía mejor que los propios médicos. Daba las instrucciones pertinentes a las enfermeras y si no hacían bien la faena no le temblaba la voz al pegarles el rapapolvo, cosas de la edad mezcladas con un poco de demencia, pero me resultaba entrañable porque su sonrisa y su mirada delataban un buen corazón.
Una monja de la orden de la Consolación estuvo un rato acompañándolo y me puse al día en esto de los uniformes religiosos. La hermana Valle, muy resuelta y cariñosa, no tenía muchos más años que yo, es más, diría que estábamos a la par, pero a ella la llamaban de usted y a mí me tuteaban, gracias a Dios, jajajajaja... Me costaba poco hacer comparaciones entre los distintos caminos elegidos por ambas y el abismo que separaba nuestras diferentes formas de entender la vida. Sin embargo, no os quepa duda, la sonrisa sigue siendo el idioma universal.

Una pequeña excursión me llevó hasta la habitación de un español, Ángel, que ha permanecido en Venezuela durante 60 años y al que su familia perdió la pista casi desde el principio. Ahora, con sus 80 primaveras y gracias al milagro internet, y a la ayuda de un médico de allá que le ayudó a buscar a su familia de acá, ha regresado y se ha reencontrado con sus hermanas. Este anciano encantador me emocionó sin poder remediarlo. Me contaba que se pasaba los días pidiéndole al espíritu de su madre que le trajera de vuelta a su España querida, la "madre patria" como dice él, y está convencido que ha sido su madre quien le ha ayudado a volver desde donde sea que esté. Difícil que no llegará directo a mi corazón al oirle recordar a su madre con dolor por no haberla podido volver a ver, diciéndome con todo su sentimiento que como una madre no hay nada en la vida. Tuvieron que ir sus sobrinos a buscarle a la otra punta del mundo.
Hace poco volví a visitarlo y me hizo mucha gracia, cuando le pregunté:

-¿Me recuerda?, vine a verle el otro día.

Y me contestó:

-¡Cónchale!, claro, eres la alegría.

Me dió una gran lección, porque allí se quedó envuelto entre esas sábanas blancas de habitación de hospital, enfermo, y pese a todo, absolutamente feliz por estar aquí, en su país y con su recién recuperada familia a quien ni siquiera conocía. Para escribir un libro tiene, es un lujazo escucharle contar su difícil vida.

Más historias tengo, muchas más, de estas de pasillo de hospital, que pensándolo bien, no tengo yo tan claro que se pierdan los pasos allí.

7 comentarios:

belén dijo...

Hola Lorena: Espero que tu padre esté recuperado. Me ha emocionado mucho tu post, es verdad que en los hospitales se conocen un montón de historias. Lo que cuentas es realmente precioso. Me quedo con la frase de que eres LA ALEGRIA, para haberte dicho eso, lo que le tienes que haber tocado el corazón, hija.


BESAZOS

belén dijo...

POR CIERTO YO TAMBIÉN ME LEÍ EL LIBRO DE ISABEL ALLENDE, Y AUNQUE ES TRÍSTISIMO ME ENCANTÓ.

Lorena dijo...

Belén: Mi padre está de maravilla. Las historias son sólo algunas, me he dejado otras en el tintero porque hay tantas...pero esta última no tenía desperdicio.
Ángel dice eso porque el pobre ha pasado mucho en la vida y encima en absoluta soledad. Encima, después de tantos años currando en el extranjero viene con lo puesto como quien dice, y enfermo. Me ha tocado el alma y la mejor de mis sonrisas es sin duda para él cuando voy a verle, por lo que me aporta y por la lección de vida que me da.
De Isabel Allende leí "Paula" y "la casa de los espíritus", y ya no más, porque me cuesta mucho comprenderla. No termino de conectar con ella, raro pero cierto. Gracias por los comentarios que me regalas. Muchos biquiños!!!

fermin dijo...

Este nuevo paisaje que nos muestras me gustó, el de los sentimientos digo, que de pasillos de hospitales uno conoció demasiados.
Saludos.

Lorena dijo...

Fermin: Gracias, es cierto que tarde o temprano todos nos damos un paseo por esos largos pasillos, porque así es la vida, ¿verdad?. Besotes!

Alejandra dijo...

Hola alegria, ¿cómo estás?. Ya veo que eres muy generosa con todo el mundo, sólo una cosa acuerdate de dejarme un poquito para mi, que de eso nunca sobra.
Un beso muy grande a los dos.

Lorena dijo...

Alejandra: Tú ya tienes espacio reservado, no lo dudes. Besets universitaria.